domingo, 18 de diciembre de 2016

Por perder que no quede,
es todo un arte que se aprende
día a día a un ritmo trepidante.

Desaparecen las cosas de pronto
sin mediar una palabra.

Empiezas perdiendo el billete que pusiste
doblado en el bolsillo pequeño
de aquellos vaqueros,
el bolígrafo que tanto te gustaba
y que llevabas siempre en el bolso.

Más tarde pierdes la cabeza por aquel beso
de amor que te robaron de los labios,
pierdes el tiempo con cosas banales
y con gente que nunca te correspondió,
pierdes las ganas, te pierdes tú,
pierdes la ilusión y la suerte.

Luego viene lo que menos te esperas
cuando pierdes un amor, un amigo,
las cosas cotidianas que adorabas
a las que entregaste lo mejor de ti
y que de un soplo se desvanecen.

Al final, haces un inventario
y has perdido casi todo lo importante
y hasta media vida
entre tantas pequeñas muertes.

¡Qué desastre!
pasas de perdedora a perdida
sabiendo que lo único que permanece
es la pena y la sensación de fracaso,
¿a quién le importa cómo te sientes?
sólo tienes un bálsamo genérico
de esos que dicen que consuela a muchos:

que en unas de estas perdemos
el miedo y ganamos algo,
que la única victoria en todo esto
es haber perdido habiéndose dado
y saber que es peor no haber tenido
nada que perder.

Imagen: Alejandra Baci







No hay comentarios:

Publicar un comentario