miércoles, 19 de octubre de 2016

Salir sola a buscar el mar
es de esos instantes
de disfrute, de refugio,
de cita pendiente conmigo.
Quizá me pase como a ti.
Prefiero ser invisible
cuando soy de vidrio
y quiero ser tormenta,
arrasar con todo.
Detenerme a observar
cómo respiran las olas,
llena de oxígeno las cosas
que me duelen.
Conducir sin saber destinos,
aparcar el coche en ciudades
inventadas, tomarme el pulso
y contar nostalgias,
escuchar música en la cama
en días en los que me despierto
con un plus de ternura,
o en esos que se parecen
a una mano amputada.
Muy pocas veces muestro
mi manera de andar en zigzag,
o de arrastrar mi torpeza
cuando suspendo en la vida.
La risa siempre es fácil
y yo me muevo perfecta
en el compás redoblado
de una bulería.
Siento el olvido cruzar mi cara
como una hostia,
me detengo en este punto
de zozobra y equilibrio,
y sé que he debido de quererte mucho
si todo esto lo compartí contigo.

Imagen: Cristina Otero



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